lunes, 22 de noviembre de 2010

El Maravilloso Mundo del Plurilingüismo

Queridos todos,

Cuando uno es natural de, digamos, Wyoming o, qué se yo, Tupelo (Misisipi) o se enorgullece de un acento de la más rancia aristocracia galesa (uno de esos acentos suavones que sólo la campiña galesa proporciona) pues entonces, diantres, canta cualquiera. Más difícil, y mucho más meritorio, es lanzarse a la tonada en lengua foránea siendo tu vernácula el cerrado deje jaenero o la pesadez de boca granadina.

A continuación una muestra de cómo es en el contraste, en la agreste fusión de lenguas, donde se nos aparece el milagro de contarnos entre esta especie de simios parlanchines que, al fin y a la postre, es a la que pertenecemos todos:

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